El rey moderno




¿Podemos jugar una partida de ajedrez sin el rey? Pues no. Si el rey cae, la partida se acaba. El propósito mismo del juego es ese, hacer caer al rey del oponente. Además hacíamos mención a que el rey es la representación del jugador en el tablero. Él dirige las jugadas de forma que la partida avanza en la dirección de caer de su lado.

En un proceso de gestión el líder, el rey, es igual de imprescindible. El líder, decíamos unos artículos atrás, permea su persona en toda la organización y es el responsable de mantener la coherencia en el desarrollo del proceso hacia el objetivo. En la medida en que el líder conoce el objetivo, lo hace propio y se mantiene enfocado en él, el proceso puede avanzar hacia el resultado buscado. Pero sin esa dirección, el proceso se irá desarrollando sin un rumbo específico.

Ahora bien, los procesos de gestión actuales contienen tantos aspectos a considerar, hay tantas áreas de expertise involucradas, que resulta totalmente imposible sacar adelante el proceso actuando aislado. Por eso, prácticamente todos los procesos de hoy día están atendidos por equipos multidisciplinares y, cada vez más, además con personas de diferentes nacionalidades y por tanto culturalmente diferentes, e incluso, en muchas ocasiones, hasta localizadas físicamente en lugares muy remotos entre ellos. En esta nueva realidad, el antiquísimo paradigma del líder que todo lo sabía y todo lo podía, no es que haya quedado obsoleto, es que realmente supone un freno a los procesos. Y por ello, se hacen evidentes dos realidades para los nuevos líderes:

  • Su principal labor es mantener al equipo unido, informado, enfocado y eficiente.
  • Su principal reto es gestionar a las personas, no tanto las tareas.
En una partida de ajedrez, el rey es imprescindible, pero él solo no puede ganar la partida. Además, ningún rey puede saltar piezas para moverse; eso solamente puede hacerlo el caballo. O ningún rey puede ponerse enfrente de una torre y bloquearla; ese es trabajo de los peones. Es en la medida en que todo el equipo se posiciona, en la medida en que cada pieza cumple con su función y todas juegan con dirección, que la partida puede caer del lado de la victoria. 

En los procesos de gestión es lo mismo. El líder tiene la obligación de colocar a las personas en su lugar adecuado, asignándoles a cada una de ellas una responsabilidad. A partir de ahí, comienza la partida. Cada una de las personas del equipo debe cumplir con su propósito y el papel del líder es el de facilitarles a estas personas esta tarea. Y es aquí donde entra la primera parte, la de mantener al equipo unido, informado, enfocado y eficiente.


El primer proceso, el de asignar responsabilidades, es clave para la unión y eficiencia del equipo. Cada persona debe sentir que está involucrada en una responsabilidad importante para el equipo y que además esa responsabilidad le hace sentido a ella como individuo. Si ponemos a un caballo a jugar de alfil, tendremos varios problemas. Nos quedamos sin un caballo y tenemos un alfil despistado. Por eso, cuando elegimos a las personas, es muy importante considerar si la responsabilidad que le estamos asignando le hace sentido o no. Si no es para él o ella, entonces busquemos otra responsabilidad para esta persona y otra persona para esta responsabilidad.

Tras haber identificado las piezas y haberlas colocado en su lugar, toca mantenerlas informadas y enfocadas. La información, la comunicación de estrategias y planes, son claves para que las personas puedan seguir desarrollando sus responsabilidades con éxito. No es de esperar que esto suceda si una persona no conoce el ámbito en el que sus resultados encajan dentro del conjunto del proceso. En la medida en que mantenemos a nuestro equipo informado del avance general del proceso y de cómo cada una de las acciones individuales están contribuyendo a ese avance, cada una de las personas involucradas puede entender la importancia de su trabajo y puede crecer dentro de ellas el sentimiento de pertenencia al equipo y el orgullo de estar formando parte del proceso.

Toda vez que la primera parte está cubierta toca pasar a la segunda, la de gestionar a las personas. Y es que la verdad me parece que en la actualidad las personas son la clave de los procesos exitosos. Empezando por elegir la responsabilidad adecuada para cada persona, pasando por dotar a las personas de los medios que requieren para hacer su trabajo y concluyendo por darles la necesaria dosis de protagonismo a cada uno. El éxito del proceso pasará por conseguir que todas las personas involucradas se sientan parte del proceso y parte importante en el resultado obtenido.

Hoy día, el líder es aquel que consigue identificar estos aspectos y gestionarlos con eficacia. Las tareas las desarrolla cada una de las personas, a las personas las desarrolla el líder. Y en la medida en que el líder sea capaz de llevar adelante su tarea, desarrollando a su equipo, el proceso será exitoso. Con un resultado adicional inesperado. Las personas involucradas disfrutan no solamente el resultado sino sobre todo el proceso hasta alcanzarlo, lo que les empuja a repetir y a desarrollar nuevas habilidades. Les hace crecer y ser cada vez mejores. Inevitablemente, el resultado de este proceso que se inicia, es que la organización crezca y avance hacia nuevas cotas de desempeño.

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